Después del primer verso,
el poema pierde credibilidad
en su forma, en su mensaje, en lo intenso,
en su capacidad de medir la realidad.
Letra a letra, el poema va perdiendo peso,
sucumbe ante la tiranía de la rima,
ante la demagogia de los movimientos literarios
y ante los celos enfermizos del consenso.
Y no es hasta el punto final
cuando todo vuelve al inicio,
al origen, a la búsqueda de la curiosidad,
a la idea del maldito y su oficio.
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